
Una reflexión sobre cómo entender el proyecto anarquista fuera de una narrativa milenarista postcristiana de redención.
«No son más que fantasmas, aquell@s que piensan que la gente lucha para triunfar. Luchan porque les gusta.».
-“Y se hizo la luz”, Autobiografía de Jacques Lusseyran, héroe ciego de la Resistencia francesa

No es una cuestión de si podemos ganar, sino de cómo queremos vivir.
He participado en el movimiento anarquista durante un cuarto de siglo. En ese tiempo, he visto lograr victorias inspiradoras contra adversidades abrumadoras.
Desde los conflictos locales a los enfrentamientos internacionales, hemos obligado a las autoridades a dar marcha atrás una y otra vez, asegurando espacios en los que llevar a cabo nuestros experimentos para inventar otras formas de vivir y relacionarnos. Algunos de estos espacios han durado minutos; otros, décadas. Podemos entender el propio movimiento anarquista como uno de estos espacios.
También he visto mucho sufrimiento y desesperación. Muchos de nuestros compañeros han resultado heridos, han recibido disparos, han sido encarcelados o han muerto en el transcurso de la lucha por los ideales que compartimos. Muchos más han perdido la fe en que algún día llegaremos a un mundo mejor, en que todo este sacrificio estará justificado. Puede resultar muy difícil mantener la moral alta cuando uno se enfrenta al orden mundial.
Todavía creo fervientemente que unas cuantas personas pueden lograr cambios impresionantes en el mundo que nos rodea, pero no busco que me paguen por mis esfuerzos en algún paraíso futuro. No soy un empleado que busca el salario de la revolución. Hago esto porque la lucha en sí misma es gratificante.
No creo en la narrativa progresista de la Ilustración occidental, según la cual la vida inevitablemente se vuelve cada vez mejor con el tiempo y, si hacemos nuestra parte, podemos felicitarnos de ser parte del arco de la historia que supuestamente tiende hacia la justicia. Por el contrario, las luchas en las que estamos inmersos hoy son muy antiguas. En algunos aspectos hemos ganado terreno, en otros lo hemos perdido, pero no existe la victoria absoluta ni la derrota absoluta y no hay garantías del resultado de las luchas.
No participo en la lucha anarquista porque crea que salvaremos el mundo. Al contrario, lucho porque sé que un día el mundo entero será destruido, la tierra será consumida por el sol, dejando solo cenizas, y cuando llegue ese momento quiero que el final de la historia sea una historia de belleza, tragedia y resistencia a la tiranía. Quiero que la historia que vivimos sea una historia de alegría, coraje y unión. Lucho porque es una forma de recordar a los que nos precedieron, porque es una forma de honrar la creatividad y la rebeldía de mis contemporáneos, porque es un acto de cuidado para todos los demás a los que se les rompe el corazón al ver la injusticia y la desgracia. Lucho porque sé que no hay un «felices para siempre», no hay salvación esperándonos al final de la historia. Eso es justo lo que hacemos juntos hoy. Esa es toda la belleza y el significado que jamás habrá en el mundo y puede ser más que suficiente.

Pero, ¿acaso eso no hace que sea más difícil luchar? ¿No nos estamos preparando para un sufrimiento gratuito, enfrentándonos a adversarios tan poderosos? ¿No sería más fácil darse por vencido y dejarse llevar?
Cada uno de nosotros está obligado, a pesar de todo a sufrir, esa es la única certeza en este mundo. La mortalidad es un adversario mucho más formidable que el Estado. Ya sea que elijamos luchar o no, sufriremos. La cuestión es cuál queremos que sea la razón de ese sufrimiento. ¿Sufriremos en pos de las cosas que son más preciadas para nosotros? ¿O sufriremos sin sentido, tratando de huir del dolor y la incertidumbre, como si eso pudiera protegernos? Mis experiencias en un centenar de black blocs me han convencido de que suele ser más seguro estar en el frente de la lucha.
He hecho las paces con el hecho de que estamos participando en luchas que nunca se pueden ganar definitivamente. No se trata simplemente de derrocar a un gobierno o destruir el Estado como forma social, sino del proceso nunca concluido de desafiar la jerarquía y la opresión en todas las diferentes formas que pueden existir. Este no es un proyecto que pueda tener un final.
Para mí, aceptar que mis acciones no pueden derivar su significado de alguna meta futura está entrelazado con el proceso de llegar a un acuerdo con mi mortalidad. Reconociendo que la muerte es inevitable, no me apresuro más rápido hacia ella. Por el contrario, mi atención se desplaza a otra parte, a todo lo que no es la muerte, por pequeño que sea. En un mundo de muerte, en un necrocosmos que se extiende a través de miles de millones de años luz de espacio en su mayoría vacío, un cosmos que ya está en camino, según anticipan los astrónomos hacia la muerte térmica universal, la germinación de una sola semilla tiene más significado para mí que todas las galaxias arremolinadas de polvo.
Podemos ser derrotados por nuestros enemigos, ciertamente estamos condenados a convertirnos en polvo nosotros mismos, pero si esto es así, lo que tiene sentido consiste solo en los momentos en que algo distinto está sucediendo, algo más que la muerte, ya sea una interacción amorosa entre dos amigos, el mantenimiento de un centro social anarquista, el desarrollo de una tradición musical de base como el punk o el klezmer, una explosión de disturbios o el derrocamiento de un gobierno.
El hecho de que cada uno de estos momentos haya ocurrido permanecerá para siempre, inmutable, desafiando al vacío. La cobardía y la violencia de los agentes de policía y de la Policía como institución, los actos atroces de ISIS y el KKK, son solo ruido de fondo, muerte e impuestos.

A partir de estos momentos, de nuestras experiencias vividas de anarquía y libertad, podemos extrapolar una visión del futuro que no sea una reiteración de la escatología cristiana, sino más bien una dimensión de cómo nos comportamos en el presente. Podemos o no vivir para experimentar la anarquía a una escala mayor que nuestras amistades, amoríos, proyectos y levantamientos. Pero mientras tanto, la visión de esa posibilidad puede anclarnos y orientarnos en el presente, informando nuestras acciones, de la misma manera que un marinero navega a través del mar guiándose por las estrellas. Independientemente de lo que suceda mañana, cuando somos capaces de imaginar una utopía, esa utopía puede ganar terreno en la realidad al permitirnos realizar acciones de las que de otro modo no seríamos capaces. El contenido de realidad de una utopía futura está determinado por las acciones que nos permite realizar hoy.
En este sentido, mi capacidad de creer en la posibilidad del cambio, no como algo que ocurrirá en el futuro, sino como algo que puedo perseguir ahora mismo, es una parte fundamental de mi poder para vivir plenamente, para mantener una relación saludable con mi propio albedrío. Esto es diferente de creer en una visión milenarista de la revolución. No es una predicción sobre el futuro, como podría hacer un científico, sino más bien una decisión sobre cómo relacionarme conmigo mismo y con mis propias capacidades.
Esto es lo que me permite actuar, por humilde que sea, por imperfecto que sea, y aprender de mis acciones, relacionarme con los demás y volver a actuar. La historia de la anarquía como experiencia vivida por los seres humanos se compone de tales acciones, que permanecerán eternamente después de que cada imperio haya triunfado y sido destruido y la tierra haya sido engullida por el sol.

Thanks to Tomás Ibáñez and redeslibertarias.com for the translation.
not only have we never had any notion or desire to win
but not even any notion that there was anything to be won anywhere
and then you know if I really think about it now
to me the word winning seems exactly the same as dying-Nanni Balestrini, The Unseen
There are few of us now, soon
There will be none. We were comrades
Together, we believed we
Would see with our own eyes the new
World where man was no longer
Wolf to man, but men and women
Were all brothers and lovers
Together. We will not see it.
We will not see it, none of us.
It is farther off than we thought.
In our young days we believed
That as we grew old and fell
Out of rank, new recruits, young
And with the wisdom of youth,
Would take our places and they
Surely would grow old in the
Golden Age. They have not come.
They will not come. There are not
Many of us left. Once we
Marched in closed ranks, today each
Of us fights off the enemy,
A lonely isolated guerrilla.
All this has happened before,
Many times. It does not matter.
We were comrades together.
Life was good for us. It is
Good to be brave — nothing is
Better. Food tastes better. Wine
Is more brilliant. Girls are more
Beautiful. The sky is bluer
For the brave — for the brave and
Happy comrades and for the
Lonely brave retreating warriors.
You had a good life. Even all
Its sorrows and defeats and
Disillusionments were good,
Met with courage and a gay heart.
You are gone and we are that
Much more alone. We are one fewer,
Soon we shall be none. We know now
We have failed for a long time.
And we do not care. We few will
Remember as long as we can,
Our children may remember,
Some day the world will remember.
Then they will say, “They lived in
The days of the good comrades.
It must have been wonderful
To have been alive then, though it
Is very beautiful now.”
We will be remembered, all
Of us, always, by all men,
In the good days now so far away.
If the good days never come,
We will not know. We will not care.
Our lives were the best. We were the
Happiest men alive in our day.-Kenneth Rexroth, “For Eli Jacobson” (December 1952)
Further Reading
An earlier version of this text appeared in Conflictual Wisdom, “Revolutionary Introspection towards the Preservation of the Anarchist Individual & Community,” in which longtime anarchists reflect on how to maintain longevity while confronting seemingly invincible adversaries. We also recommend:
Desert: “In our hearts, we all know the world will not be ‘saved.’”
Green Nihilism or Cosmic Pessimism by Alejandro de Acosta
The greatest weight.— What, if some day or night a demon were to steal after you into your loneliest loneliness and say to you: “This life as you now live it and have lived it, you will have to live once more and innumerable times more; and there will be nothing new in it, but every pain and every joy and every thought and sigh and everything unutterably small or great in your life will have to return to you, all in the same succession and sequence - even this spider and this moonlight between the trees, and even this moment and I myself. The eternal hourglass of existence is turned upside down again and again, and you with it, speck of dust!”
Would you not throw yourself down and gnash your teeth and curse the demon who spoke thus? …Or how well disposed would you have to become to yourself and to life to crave nothing more fervently than this ultimate eternal confirmation and seal?
-Nietzsche, The Gay Science